>

Excelentísimo señor presidente Erdogan, estimados anfitriones y amigos;

distinguidos invitados del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja,

… del Comité Internacional de la Cruz Roja,
… de las ciento noventa (190) Sociedades Nacionales,
… y de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que presta servicios a todas ellas y que me enorgullece presidir,

muchas gracias por brindarme esta oportunidad para dirigirme a esta asamblea.

Damas y caballeros:

esta mañana, mi mensaje gira en torno a los méritos y deméritos de la edad y la importancia de avanzar en sintonía con las eras.

Un mensaje de una persona que forma parte del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja desde hace más de cincuenta años y que ama esta organización y todo lo que representa; y cuyo primer principio es el pilar de todos los demás, a saber, el principio de humanidad.

Una persona a quien los elementos que definen a las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja colman de orgullo: la fuerza de su marca distintiva, la inmutabilidad de los principios fundamentales, el legado de la obra centenaria de, primero, la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y, luego, de la Federación Internacional, así como la labor emprendida por el Comité Internacional de la Cruz Roja y algunas Sociedades Nacionales desde muchos más años.

Esos elementos representan nuestra esencia presente y futura en calidad de Federación Internacional y Movimiento en un momento en el que nos preparamos para el siglo XXI.

Me enorgullecen también muchas de las intervenciones emprendidas bajo mi mandato. Tanto aquellas que captaron los titulares -Haití, Fukushima, el ébola, el zika, Siria, las inundaciones, los huracanes, el extraordinario apoyo a los migrantes en tantos lugares del mundo- como la abnegada labor cotidiana en las comunidades alrededor del mundo.

Sin embargo, resta un escollo. Esos logros pudieran perder sentido si no nos adaptamos a un mundo en rápida transformación y en función de las amenazas que ello entraña tanto para las personas a quienes prestamos servicios como para nosotros. Existe una concepción romántica de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja con la que me identifico y que, si bien es valiosa, no basta.

Ahora trataré brevemente sobre cada uno de esos desafíos y amenazas. Estos son, en suma: nuestra unidad; nuestra asentada solidez a nivel de las Sociedades Nacionales; la solidez y la envergadura del cuerpo de voluntarios; la manera en que gestionamos los recursos que se nos confían; y la cantidad y la calidad de las actividades que realizamos tanto con antelación a los desastres como a raíz de estos y de forma subsiguiente.

Estimados amigos, estas son cuestiones apremiantes.

Nuestra magnífica Federación Internacional, que incidió en la vida de ciento sesenta (160) millones de personas vulnerables el año pasado, debe abordar esas cuestiones conforme comienza a cincelar su futuro con miras al siguiente decenio, mediante la Estrategia 2030 y otras iniciativas.

No me cabe duda de que el presidente Maurer concuerda conmigo en que esas cuestiones conciernen a todo el Movimiento.

En primer lugar, nuestra unidad.

A menudo se ha dicho que los millones de personas necesitadas que atendemos no diferencian a los componentes del Movimiento y las distintas funciones que desempeñan en situaciones de conflicto o casos de desastre. Solo ven la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Está ahí -a menudo arraigada en su comunidad- para ayudarlas.

Por supuesto, en la práctica, no siempre podemos diferenciar los desastres naturales de las catástrofes causadas por las actividades humanas y, en efecto, no se nos puede diferenciar. Por ese motivo, celebro la idónea cooperación que mantenemos y, en particular, los llamamientos conjuntos formulados este año en Haití, Nepal, Nigeria, Yemen, Somalia y Myanmar, así como nuestras actividades conjuntas de diplomacia humanitaria en ámbitos como las armas nucleares y la migración.

Por ese motivo, celebro la forma en que hemos cooperado en el marco del Foro de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja que tendrá lugar el jueves y del Consejo de Delegados que se celebrará el viernes y el sábado y que enmarcará nuestras deliberaciones. Somos más fuertes cuando trabajamos juntos.

En segundo lugar, quisiera mencionar la cuestión de nuestra asentada solidez a nivel de las Sociedades Nacionales.

Muchas Sociedades Nacionales son sólidas y, conforme a su propia evaluación, otras tantas lo son menos. Unas disponen de adecuada financiación; otras de escasísimos fondos. Unas están dotadas de capacidades extraordinarias; otras no alcanzan el mismo nivel. Algunas son dinámicas en el plano internacional, pero están a la zaga a nivel nacional.

Es totalmente natural que su nivel de desempeño no sea idéntico. Sin embargo, es imperativo que todos ayudemos a los demás y que la Federación Internacional facilite y respalde un proceso que las Sociedades Nacionales sientan como propio. El fomento de la capacidad de las Sociedades Nacionales constituye nuestra prioridad absoluta. Lo reitero. La consecución conjunta de esa tarea reviste suma importancia. No podemos jactarnos de nuestra presencia nacional a lo ancho y largo del mundo si no está sujeta al escrutinio: solo somos fuertes si todos lo somos.

En tercer lugar, quisiera referirme a la solidez y la envergadura de nuestro cuerpo de voluntarios.

Este es siempre objeto de debate y solemos citar la cifra de aproximadamente diecisiete (17) millones de voluntarios, aunque cabría aducir que es superior, si se contabiliza a cada uno de los voluntarios en todas las situaciones. Asimismo se podría aseverar que es inferior, si se toma en consideración la menguante cantidad de voluntarios y su desigual distribución entre países.

Me pregunto, colegas, si no estamos en riesgo de perder nuestra valiosa esencia. Los voluntarios nos definen y debemos detener la pérdida de valiosos recursos.

Sabemos que el desafío abarca mucho más que estadísticas. Hemos de nutrir de mejor manera el sentido de compromiso de los voluntarios y apoyarlos en torno a las responsabilidades y los derechos recogidos en la Carta sobre el servicio voluntario que se debatirá en la Asamblea General de la Federación Internacional.

Además, hemos de protegerlos. En lo que va del año una cantidad ya demasiado elevada de ellos ha perdido la vida en cumplimiento de su deber de servicio a la humanidad. Tanto ellos como sus seres queridos permanecen por siempre en nuestros corazones. Reiteramos nuestra exhortación para la protección de los trabajadores humanitarios y el respeto del derecho internacional humanitario. Reenviemos el hashtag #NotATarget.

En cuarto lugar, debo destacar la manera en que administramos los recursos que se nos encomienda.

Nuestra principal fuente de financiación son los ciudadanos y los gobiernos, que creen en nosotros. En virtud de los acuerdos concluidos por algunos gobiernos, estos igualan la cantidad de fondos recaudada por los particulares. Se trata de una extraordinaria muestra de confianza y buena voluntad.

Todos y cada uno de nosotros debemos luchar para proteger nuestros preciosos recursos y asegurarnos de que cada centavo esté destinado a quienes más lo necesitan. Todos y cada uno de nosotros debemos mantener firme nuestro compromiso con la integridad absoluta.

El núcleo de nuestra marca -y la aceptación de la función protagónica en materia de localización reconocida el año pasado en la Cumbre Humanitaria Mundial- es nuestra integridad. Esa confianza resulta absolutamente primordial.

En quinto y último lugar, quisiera mencionar la cantidad y la calidad de las actividades que realizamos tanto con antelación a los desastres como a raíz de estos y de forma posterior.

En los últimos años, hemos incorporado, como mínimo, un diez por ciento (10%) de preparación para desastres en todos los llamamientos de emergencia que hemos formulado. La preparación para desastres puede parecer una antigua y manida cantinela, pero si la repetimos es porque, pese a que hemos redoblado significativamente los esfuerzos en ese sentido, aún queda mucho más por hacer.

En realidad, en su mayoría, son conocidas las soluciones a la hambruna, la enfermedad, las inundaciones, los terremotos y los desplazamientos de personas y, sin embargo, no siempre logramos estar preparados para los desastres y, a menudo, las respuestas tampoco se ponen en práctica. No podemos aguardar dos años hasta la siguiente Conferencia Internacional para solucionarlo. Debemos hacerlo ahora.

Esta tarde, cuando pronuncie el discurso sobre el estado de la Federación Internacional, aludiré de nuevo a algunas de estas cuestiones.

En este momento, apenas señalo que de escasa utilidad resultaran los logros cosechados hasta la fecha, si la joven generación no se entrega al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y lo prepara para el futuro.

Cientos de millones de otros seres humanos nos necesitan. Seamos todo lo que podemos ser, por ellos, por nosotros y por el poder de la humanidad.

Muchas gracias.